domingo, 1 de septiembre de 2013

La Carta que el tipo del sombrero quiso mandar

Esta carta la escribo para no mandártela. Creo que es por esa cosa de hombre de no querer mostrar el dolor, de tirar para adelante, en silencio, cómo se presentan las ideas en su estado mas puro en la mirada de una abuela o un hombre intentando esconder su tristeza. Son pesados los mares y las montañas, así se presenta el pecho lleno de honor, las cosas que mas nos dan, sin luces, sin las marquesinas de lo que brilla demasiado y es sólo aire.

El dolor de los cuerpos, cuerpos de laburantes honrados. No hace falta hacer una oda al ser laburante, tipos miseros hay siempre, al fin al cabo los grandes traidores de la humanidad siguen entre nosotros escondidos detrás de las pequeñas ofendas; un trago sin pagar, comerse la última factura. Pero si es así y estamos todos en el barro, si el mundo fue y será una porquería, entonces también tienen que estar entre nosotros santos, hombres que inspiran grandes ideas, sentimientos que lo hacen a uno enaltecerse de pertenecer al género, cómo si el único atributo necesario de la belleza fuese el respirar. 

Estoy triste y me gustaría compartirlo con vos a pesar de que los hombres no lloran. Es que hoy vi a un hombre llorar. No tenía lagrimas en los ojos. Miraba el vaso en silencio profundo. Lo miraba cómo si estuviese viendo lo que fue de su vida. Me hubiese gustado decirle algo, pegarle un abrazo, mostrarle lo que le queda por ver. Pero hay cosas que no se solucionan así, tantos años hacen que las esperanzas se vayan, colibríes que escapan de la lluvia.

"Ni las idea de un infierno hace que la gente deje de ser mala" Lo decía y de sus ojos caía bondad y el frío del taller helaba los huesos. Tomaba caña y nos sentábamos al lado de la estufita de garrafa. Arrastraba el pie de artrosis, se agarraba las enormes manos. El viejo Arcuria  el mismo que preparo autos de carreras, crío una familia y que una vez me contó que estuvo por pegarse un tiro con la treinta y ocho en el medio de la laguna.

Me ahogué cuando lo ví, no sabes lo que fue. Èl miraba el vaso y yo no decía nada, no podía decirle nada.

Me ahogué cuando lo ví.

El tipo que se puso un sombrero

Dos pesos y a la bolsa, un poco menos de culpa del animal al cual le es lícito hacer promesas. Dos gotas de vergüenza, tomillo y una pizca de azúcar para cortar la acidez con la que caminan los ciegos de la vida; los que van de cabeza, pedaleando con las manos y viviendo abajo de la tierra, en el vientre de una serpiente que se arrastra por túneles de carniceros de Roast Beef y pibes lechuza.
"Siempre fui un pajarraco" pensaba el hombre del sombrero en su honda reflexión de resaca y noche de telo. Le costaba admitir que era virgo en el amor y nunca había hecho debutar al corazón. Así que con el termo lleno, abajo del hombro, de desesperación y paranoia, como nuevo en el pabellón, ponía todos los días su espalda contra la pared y evitaba mirar a los ojos. Pero atento; atento a la jugada.
Rabona al arquero de la moral y salir a patear la noche. Buscaba la muerte, un poco de vida alternativa a las huellas marcadas y los giles hechos de fabrica para obedecer. Pero volvía siempre al mismo bar de gente que no bancaba ni un toque, de zambas en do, de pavos reales y avestruceses midiéndose la pija.
Tal vez pensaba en que todo se iba a solucionar poniendo una parrilla o tal vez, creando una banda de rock evocando al gran papo. Pero los 60´s se terminaron y ahora la tecno y la internet o la ultra post modernidad dejaban pocos lugares abandonados a la dulce dejadez del ser.
"Pongo una parrilla o impongo una utopía a esta raza de dioses moribundos" 

La revolución es un sueño eterno


El Sopera se cebaba unos mates. Mato había traído un par de galletitas de aguas, macitas le decían en el interior. Era el bajón de faso mezclada con la ansiedad de merca lo que los hacía delirar. Hacía tiempo que ya no hablaban de utopías y revoluciones, hacía tiempo que no estaban sobrios. Descubrieron que la cosa era más profunda repasaban cómo crear una nueva sociedad. Necesitarían una nueva religión.

-Cinceles de goce, dolor que se olvida, esa terrible sensación de flotar por el aire llegando a mirar la tierra desde el universo-
Sopera deliraba la música clásica que escuchaba. Matias absorto se dejaba llevar

- Tenemos que aprender a morir si queremos saber a vivir. Había leído que Platón creía que la filosofía era el ejercicio de acercarse a la muerte sin morir-
Mato opinaba más racional de lo común

-  Pienso que al morir me voy a elevar y ver el fuego del sol, las llamas se esparcen lentas, un ángel llora y caemos- Matias recuesta su cabeza todavía con el mate en la mano y Sopera sigue en su delirio cada vez más elaborado 

– No podemos tener cielo, sería hacer de las personas pacientes cómo un enfermo de hospital esperando a su salvador. No habría que esperar nada. Habría que caer hacia el fondo del mar y que las lombrices nos coman cómo a los perros-

Matias pregunta -¿Cómo estamos ahora? Un día perfecto para morir- Se ríe sólo y devuelve el mate – Siempre me imagine cómo en Limeligth de Chaplin unas finas muñecas de porcelana bailando ballet viniéndome a buscar a llevarme hacia la nada pero con otra música, con la parte más mística de Adiós Nonino- Pone cara estoica

-¿Todo muy bien pero no preferis que venga tu abuelo o tu hermano a buscarte?- Hiere el Sopera provocando dolor en Mato que ahora se despide

Sopera que solo, vuelve al sillón, cómo todo revolucionario de clase media, figurita reprimida a exprimir la vida con los culos de la tv. Un trago, dos, cinco.  Vomitar es dejar morir un parte, piensa, y cree que los recuerdos se pueden amputar matando neuronas.

Sopera se mira al espejo. Se pregunta si el dolor le da de comer y todo esto es un pedo de Valium, una felicidad narcótica de no poder gritar, camisa de fuerza bailando el vals de un casamiento falso.
Tiene que volver a laburar a la pizzería en la mañana pero se mira al espejo y dice
-Si es una religión que no tenga nada que ver con el budismo ni todas esas mierdas de hippies- lo dice y sabe que antes creía en el karma
– Mirar la tierra en vez de rezar, respirar profundamente, sin nada sectario, libre, ni en domingo misa ni en domingo shopping, llenar el vacío con otra cosa. Algo revolucionario. Una organización vecinal, la expresión de la singularidad, la revolución, el superhombre-

Se duerme en el sillón y lo despierta la luz del día. Al laburo. No se acuerda muy bien pero sabe que algo pensó
-¿Mato que hablamos ayer?- mensaje de texto
–Flasheadas- Responde Mato.

Duerme en el colectivo, olvida otra vez.

Si se trata de morir Sopera muere todos los días.

Gorgias

Un antiguo griego expuso la siguiente idea: Cuando alguien dice la palabra mesa se imagina un particular, la mesa en la que come diariamente, el que lo escucha se imagina otra idea de mesa, la primera tal vez es redonda la segunda cuadrada y así podemos pensar con la palabra silla, amigo, música, libertad, democracia, paz. Uno entiende que la guerra es la única manera de conseguir la paz y el otro entiende que la amistad es la única manera de conseguir paz. Así podemos seguir imaginando ejemplos sucesivamente, hasta afirmar que no existe ninguna palabra que podamos decir que sea exactamente lo que queramos decir.
Este viejo griego entendió eso y por eso quedo en silencio de por vida, sabiendo que toda comunicación es imposible.

La inocencia el que hace magia

No soy un retórico, no gano reputación ni plata ni amor propio a la hora de que ganen los acusadores o los acusados, solo soy un coliflor, que de ser tan coliflo y tan flor, se convirtió en colifato, y no confundir con flatos colicos que son consecuencias de los excesos.

Hay momentos donde vemos sacar flores del bolsillo a una amiga, a una chica. No es necesario ver el acto, mirarle la mano ahora repleta con flores y en posición de regalo, tal vez con solo mirar los ojos ya se puede tomar el presente. Sé, por experiencia, porque me contaron, porque lo viví, que la flores se pueden juntar en forma de cuadros que resisten contra el tiempo.

La maga, el mago, en este caso, la maga que saca flores del bolsillo, puede no haber tenido dicha intención. Muchos meten la mano en el bolsillo y sacan purosarcoíris que solo unos pocos pueden apreciar y aunque la intención sea obtener un paquete de cigarrillos, la magia se produce igual.

Las flores pueden tener forma, color, olor y textura; puede ser que una chica vea o entiende que ve, ya en este punto es lo mismo, una explosión de pajaritos pechito azul que salen de la corbata de su amigo. Pero ninguno canta, mientras que el pibe puede percibir o recibir, es lo mismo, el olor, el color, hasta sentir casi la textura de aquello que se da. La chica hace todo lo posible para que pueda existir comunicación, la de enserio, porque bueno, el es un amigo y tiene tantos pajaritos. Pero están en otros planos de sinestesia, mucho no se puede hacer.

Aclaro rotundamente, no es culpa de nadie ver flores en vez de facturas o no ver flores, de sacar arcoírises del pantalón o no hacerlo; todos intentamos pasar el momento de la mejor forma y en ese impulso arrancamos un cachito de Aleph que nos habíamos olvidado en el pantalón; “que boluchi, espero que mi vieja no haya lavado el pantalón así el Aleph no está arrugado”…

Espero volverte a encontrar y sin más ofrecerte todo eso que el resto de la humanidad no puede ver en mi palma de la mano.